El 11 de febrero de 1858, tres niñas y su amiga, salieron de su casa en Lourdes para recoger leña.
Camino al río vieron una gruta donde una de ellas, Bernardita escuchó una vocecilla, y vió la figura de una joven vestida de túnica blanca, con una banda azul, y un rosario colgado del brazo.
Bernardita se acercó y empezaron a rezar juntas. Luego la Virgen desapareció. Pero durante cinco meses, la Virgen se le apareció a la niña, en medio de multitudes que se acercaban para rezar y verla, pero la Virgen sólo se le apareció a ella. Nadie se creía lo que decía Bernardita, recibió burlas, pero ella se mantuvo firme en su fe, sobre todo, en el especial pedido que la Virgen le había encargado: la construcción de una capilla sobre la gruta y la realización de una procesión. Bernardita ingresó más tarde en la orden religiosa de las hermanas enfermeras y permaneció allí hasta que murió.
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